Con esta pregunta y respuesta nos habla el Evangelista Juan del recuerdo que tenía vivo en su mente de aquel día en que el Maestro de Nazaret se acercó y entabló conversación con él y su amigo Andrés. No lo había olvidado a pesar del tiempo transcurrido. Recordaba hasta la hora en que aconteció, "las cuatro de la tarde". Lo acompañaron, vieron donde vivía y se quedaron con él. Después Andrés habló con su hermano Simón y se lo presentó al Rabí de Nazaret.
A este encuentro de Jesús, joven Maestro, con otros jóvenes pescadores a orillas del lago de Galilea, le ponemos el nombre de "Llamada", "Vocación", "Conversión". Un encuentro que bien podría ser el de cualquiera de los jóvenes actuales en los lugares más frecuentados por ellos. Sencillo, natural preguntándose entre ellos: ¿Dónde vives?
De ese encuentro surge una relación que comienza por la acogida de los jóvenes en el equipo de trabajo que el Maestro de Nazaret estaba formando. El contacto personal, el boca a boca, es como Jesús inicia la relación con los componentes del grupo que trabajarían para difundir su obra. Algunos ya venían de ser discípulos de otro afamado Maestro, el Profeta del desierto Juan el "Bautista". El "Bautista" les había hablado de Jesús y les había recomendado a tal Maestro. Muchos maestros itinerantes proliferaban por Palestina.
El encuentro con la "Buena Noticia" de Jesús surge por medio de personas, Apóstoles que hablan del Maestro de Nazaret y su obra, hace dos mil años y en la actualidad.
Siempre se nos relata estos "encuentros", "llamada vocacional", "llamada de Dios"... de Jesús de Nazaret a los varones pero nunca se nos dice cómo el Maestro llamó o encontró a las mujeres.
En la antigüedad las mujeres difícilmente escribían, una ley lo impedía, ni tan siquiera podían firmar, todo lo referente a la escritura estaba en manos de varones y varones muy privilegiados. Ser Amanuense era un oficio. Los evangelistas y primeros autores que escriben la "Buena Noticia de Jesús" y textos sobre su persona cuentan la experiencia de ellos, cómo el Maestro los llamó a ellos, y no piensan en contar la de las mujeres. Ellas no cuentan, para ellos no tienen experiencias, son prácticamente invisibles en estas cuestiones. El superego y prepotencia de los varones impide ver y conocer que las mujeres también experimentan, sienten, piensan, observan... Ya sabemos que la soberbia es producto de la ignorancia, ignorancia querida, aceptada y sostenida en el tema de varones y su referencia con el saber, experimentar, sentimientos, emociones de las mujeres. Aún así en sus escritos se les escapan pequeños detalles que dejan traslucir lo que las mujeres podían hacer, sentir y experimentar. Trabajo de la Sabiduría de un Espíritu que actúa como Providencia Divina, que está pendiente de todo, lapsus que dejan ver la inspiración amorosa de la Ternura de Dios que sostiene a las mujeres. Uno de esos lapsus o despistes, lapsus afortunados es cuando escriben:
"Las mujeres le seguían desde el principio"
"Las mujeres estaban con él desde Galilea"
Por este pequeño detalle y algunos otros sabemos que las mujeres están con Jesús antes que ellos. Cuando los varones llegaron, ellas ya formaban parte del "Equipo del Maestro galileo". Ellas ya eran discípulas de Jesús y anunciaban el Reino de Dios junto al Maestro.
El plan del Maestro de Nazaret era dar a conocer el Amor de Dios hacia la humanidad, su Ternura, Misericordia y Compasión. Hablar de un Dios lleno de Bondad que quiere desmesuradamente a la humanidad y desea hacerla brillar en todo su esplendor. Un Dios que quiere sacar de la oscuridad a los más pobres y marginados a los que ignoran otros y despechan por considerarlos escoria. Jesús sabía bien la forma de amar de las mujeres y por ello quiso comenzar su obra con ellas, igual que en un principio lo hiciera el Dios fuente de la vida.
Cuando aquellos jóvenes pescadores llegaron al lugar donde vivía Jesús, el Maestro recomendado por el Profeta Juan, fueron recibidos por las mujeres. Ellas, de la manera más natural, como expertas en la materia les darían a conocer el Plan Pedagógico de Jesús, las Estrategias de su Misión, la Actividad Sanadora y el Amor que derrochaba Jesús con las personas que se le acercaban. Mujeres evangelizadoras de aquellos varones. Información "a priori" e "in situ", "puesta al día", plan educativo, estrategias pedagógicas... , como queramos llamarle en el lenguaje actual. Mujeres pioneras en contagiar el mensaje de Jesús a unos varones algo escépticos y desmoralizados en su fe judía y en el seguimiento a otros maestros. Varones judíos cansados te tanto oír decir "¡Muéstrame tu rostro, Señor!" que con tanta frecuencia repetían los más fervorosos de su Pueblo. Jesús les mostraba el rostro de ese Dios que sentían su "presencia" pero no veían. El Maestro de Nazaret se atrevía a decir con todo descaro y escándalo: "Quién me ve a mí, ve al Padre". Ésto sí que era novedad para aquellos jóvenes rebeldes y en desacuerdo con sus mayores.
De todo esto nadie nos habla, las homilías siguen olvidando a la mujer y lo más grave siguen poniendo murallas a la llamada del Maestro de Nazaret, llamada al AMOR que fue hecha en primer lugar a las mujeres y respondieron con creces. No es de extrañar que Jesús Triunfante, Exaltado, Resucitado por el DIOS DE LA VIDA encomendara a María Magdalena la Misión de dar la "Buena Noticia a sus hermanos". El Maestro conocía bien el buen hacer de ellas, se lo habían demostrado desde el principio al final.
Hemos aprendido de memoria la lista de varones que fueron incorporados al grupo del Maestro de Nazaret. Conocemos sus nombres, siglo tras siglo, los varones se han encargado muy bien de que la conociéramos y aprendiéramos pero no nos sabemos la lista de mujeres, nadie nos la enseña, pasa por invisible. María Magdalena, Juana, Susana, Salomé, María y Marta de Betania, María la mujer de Cleofás, la madre de los hijos de Zebedeo, y otras muchas... Será necesario que también aprendamos la lista de mujeres y las grabemos en la mente y el corazón para que podamos dejar a estas mujeres en el lugar que les corresponde. Mujeres ilustres y notables que han quedado grabadas en el Evangelio, en la Palabra de Dios hecha mujer.
La Mujer de Samaria; sin nombre, anónima como tantas mujeres del Evangelio y que nosotros conocemos como "La Samaritana" utilizó las mismas palabras de Jesús cuando habló de él a sus paisanos de Samaria "Venid y veréis un hombre que me ha dicho..." Ella fue la sembradora de la semilla evangélica en su tierra. La Iglesia oficial siempre nos presentó a Felipe como el evangelizador de Samaria pero cuando el apóstol llegó la siembra había sido ya realizada por La Samaritana y por el propio Jesús. Felipe sólo tuvo que recoger el fruto y la fama. Hoy sigue pasando lo mismo, infinidad de mujeres con nombre y apellido siembran, son anónimas para el resto de los cristianos para la Iglesia y otros son los que recogen el fruto y los honores. La llamada a los habitantes de la tierra de Samaria fue hecha por una mujer que quedó cautivada por el Maestro de Nazaret.
Teresa de Calcuta, una gran mujer de nuestro tiempo, cuenta como fue llamada por Jesús de la manera más sencilla:
"Iba en el tren...
Él me llamó y yo dije SÍ.
Así de simple, con la elegancia que caracteriza a muchas mujeres, como aquellas primeras que partieron con Jesús desde el pequeño pueblo de Nazaret.
Aquellos primeros Padres de la Iglesia tan griegos, tan romanos, tan aristotélicos, tan platonianos, tan sabios, tan importantes pero muy alejados del Maestro de Nazaret y su sintonía con las mujeres se olvidaron de ellas, las relegaron a tareas en beneficio de ellos. Es triste y pobre que continuemos cometiendo los mismos errores.
Enseñar a amar para "Cuidar" a la humanidad, para sanarla y que pueda lucir en todo
su esplendor precisa de la bondad de hombres y mujeres llenos de generosidad y buen hacer. Sólo así podremos mostrar la ternura de un Dios que nos ama inmensamente y nos llena de fuerza para la vida auténtica, la que nos hace verdaderamente felices, la que nos salva.
"Sembrar semillas de amor para que otros puedan recoger el fruto". Los "Sembradores", mujeres y hombres.
En palabras del Vaticano II:
"por lo que respecta a los derechos fundamentales de la persona, hay que superar y erradicar como contrarios al designio de Dios todo tipo de discriminaciones, sean sociales o culturales, estén basadas en el sexo, la raza, el color, la condición social, el lenguaje o la religión" (GS 29).
Este Artículo del Concilio puede ser una ventan abierta a la Esperanza para las mujeres en la Iglesia.