"Está escrito: Mi casa será casa de Oración, pero vosotros la convertís en una cueva de bandidos"
(Mt. 21, 13)
Un ligero vistazo a nuestras iglesias
En una entrevista para TVE a un afamado arquitecto que había construido varias iglesias, se declaró como no creyente. Para él la fe y la creencia en Dios, en el Amor, eran tonterías. En ese momento entendí el porqué de tantos templos cristianos que en la actualidad eran concebidos como naves industriales, como garajes inhóspitos y sin vida. Faltaba el corazón amoroso para construir un recinto que sería "Casa de Oración", lugar que nos prepara para encontrarnos con la belleza del Dios-Amor.
El Papa Juan XXIII comparaba la Parroquia con la fuente del pueblo donde ir a beber agua para saciar la sed y reponer fuerzas. Hermoso ejemplo el de Juan XXIII con ecos de aquel pozo de Sicar donde el Maestro de Nazaret y una influyente mujer de Samaria conversan animadamente sobre el auténtico templo.
La Parroquia y el Templo aunque diferentes, para un cristiano ambos elementos se dan unidos. Ir a la Parroquia es ir al Templo y el Templo es el edificio sagrado donde se acoge y asienta la Parroquia. En este texto nos centraremos en el templo como recinto sagrado pero no por ello dejará de influenciar en la Parroquia.
La tarea de acarrear agua fue propia de la mujer durante milenios. Primero el pozo y posteriormente la fuente, estaba concurrida por bellas jóvenes y hermosas mujeres. Por otras, algo mayores, pero sabias en experiencia. Los varones, sin llegar a acercarse a la fuente, sólo lo hacían los más atrevidos y su paso era fugaz, merodeaban para ver aquellos ramilletes de mujeres llenas de risas y voces cantarinas que gustaban de comentar amores secretos y novedades de forasteros.
Fuente, mujeres, agua... traen a mi mente algo de nuestros templos parroquiales, en la actualidad bastante mermados.
Siguen siendo las mujeres quienes acuden en mayoría a la "Casa de Oración", la iglesia, el templo. Hoy son de avanzada edad y, en minoría, algunas "maduras". Las jóvenes ¿Dónde están? Sus risas, sus figuras cimbreantes, su belleza... ¿Dónde sus secretos amorosos? Del templo como antaño en la fuente, han desaparecido. Los varones acudían a verlas y merodeaban por los alrededores, esperaban a la puerta del templo para verlas salir de Misa, para oír el firme taconeo por la cuesta de la iglesia, para ver el movimiento de sus caderas y admirar sus piernas al cruzar la plaza en dirección al templo. Alguno más osado entraba con ellas.
Los varones hace tiempo que se marcharon y si alguno vemos es porque suele tener un "carguillo" a las órdenes del sacerdote. Cuando el "carguillo" se esfuma ellos desaparecen por arte de magia. Ni siquiera necesitan acudir al templo para ver a la mujer porque ella tampoco está.
Poco a poco las mujeres han ido desapareciendo del templo. No digamos las intelectuales o con estudios universitarios, ni rastro de ellas. Curiosamente, al desaparecer ellas, el templo termina por tener un aspecto de: abandono, frialdad, garaje, nave industrial, oscuridad, desastre en ornamentación y decoración, poco acogedor, incómodo... Es como si al irse la mujer se fuera la luz, las flores, el calor y la alegría de "Casa" "Hogar". En una palabra, la belleza. Hay templos donde entro y al observar el primor de la Mesa Fraterna, el gusto en combinar los colores, la iluminación, noto que detrás de ello hay mujeres. Por el contrario cuando ésto desaparece es síntoma de que también las mujeres se fueron. Son detalles pequeños a los que estábamos acostumbrados y casi no reparábamos en ellos, sólo los echamos en falta cuando no los encontramos. La modas en ornamentación, en iluminación... van cambiando y el gusto se va transformando pero no desaparece. Cuando brilla por su ausencia, nos preguntamos qué pasa. Hace algunos años alfombras y tapices, el calor de las velas y el incienso ardiendo, abrigaban del frío. Hoy es necesario una buena climatización en invierno y verano.
Habría muchas cosas que cambiar en las Parroquias para que los jóvenes, hombres y mujeres se implicaran, para que las mujeres dejaran de marcharse. Desde los orígenes del cristianismo ellas fueron piedra angular en la expansión del mensaje de aquel Maestro de Galilea, de aquella mujer, María de Nazaret. Se sintieron Apóstoles. El Maestro así las había constituido con el mandato de "ve y dile a mis hermanos". Desde el principio estuvieron con Él. Fueron testigos de todo lo acontecido. Las "Iglesias Domésticas" crearon redes estratégicas de mujeres para extender la Buena Nueva y continuar el Reino de los Cielos. Si queremos "Volver a Galilea" necesitamos la fuerza y compañía de las mujeres, su empuje amoroso.
Quizás debamos empezar por algo sencillo, agradable y cercano: acondicionar el templo para que vuelva a ser "Casa de Oración", lugar donde al entrar transmita paz, calor, armonía, elegancia. Es decir belleza porque la belleza nos acerca a Dios-Amor.
Demos responsabilidades a quien proceda para acondicionar el Templo de manera adecuada y pueda permanecer abierto. Lo demás irá viniendo lentamente si avanzamos con el corazón puesto en aquello que hacemos y el cerebro en su sitio. El Espíritu de Dios, Santo, nos irá alumbrando para que la Creatividad surja. Cuando surja acojámosla como regalo de la Madre Dadora de Vida.